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El estrés se ha convertido en una constante de la vida moderna. Los horarios ajetreados, las presiones laborales y los problemas personales pueden abrumar y provocar ansiedad poniendo en riesgo nuestra salud mental y generando impactos profundos en nuestro bienestar físico. 

Cuando se vuelve crónico, el estrés puede desencadenar desde trastornos del sueño hasta problemas cardiovasculares. Pero además, puede tener graves consecuencias en nuestro sistema digestivo, provocando síntomas como acidez, inflamación intestinal, estreñimiento y otros trastornos gastrointestinales. 

La relación del estrés con los problemas digestivos se debe a que, cuando nos sentimos estresados, nuestro cuerpo entra en modo de “lucha o huida”, provocando una serie de cambios fisiológicos. Hormonas como el cortisol y la adrenalina son liberadas por nuestro organismo, acelerando nuestro ritmo cardíaco, elevando la presión arterial, alterando la digestión y modificando el movimiento de nuestros intestinos.

Es por eso que aprender a manejar y reducir nuestros niveles de estrés es una de las grandes claves para cuidar nuestra salud gastrointestinal. La conexión entre el cerebro y el sistema digestivo se conoce como “eje intestino-cerebro”. Existe una compleja red de comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central, el sistema nervioso entérico que controla el tracto digestivo, y la microbiota intestinal. El estrés crónico puede desequilibrar esta delicada red, contribuyendo a la aparición de los temidos trastornos digestivos.

Cuando los síntomas digestivos se vuelven crónicos o graves, es necesario recurrir a un profesional médico. Sin embargo, es importante aclarar que, en la mayoría de los casos, la clave para aliviar las molestias digestivas es aprender a controlar los niveles de estrés mediante terapias como la psicología y actividades como el yoga o la meditación.