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El asma es una enfermedad respiratoria crónica que afecta a una gran cantidad de niños y adolescentes en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que alrededor de 339 millones de personas padecen esta condición en todo el mundo. De acuerdo con una reciente investigación publicada en la revista científica BioMed Research International, el asma puede resultar especialmente desafiante durante el otoño.

Esto se debe a que, durante esta estación, los casos de crisis asmáticas tienden a aumentar debido al incremento en la exposición a virus, bacterias y otros desencadenantes que afectan a los bronquios ya inflamados. La inflamación bronquial puede agravarse por reacciones alérgicas, infecciones virales o resfríos, así como por factores como el ejercicio, el aire frío, la contaminación ambiental y el estrés.

Los síntomas de una crisis asmática incluyen: tos repetitiva, dificultad para respirar y sibilancias en el pecho. En los chicos, además, suele acompañarse de fatiga. Estos episodios pueden afectar gravemente la calidad de vida de los niños asmáticos, provocando ausencias escolares repetidas o incluso requerimientos de atención médica urgente.

Para prevenir estas crisis es fundamental seguir un tratamiento preventivo bajo supervisión médica. Esta clase de tratamientos a menudo incluyen corticoides inhalados que ayudan a reducir la frecuencia y gravedad de las crisis asmáticas, permitiendo a los niños llevar una vida normal y reduciendo las visitas a urgencias y los días de ausencia escolar.